Viaje a Sindesia #5 ¿Qué tipo de herencia quieres dejar a tus hijos?
Es fascinante las conversaciones que se pueden mantener cuando compartes viaje con un destino aparentemente común tal y como hacemos buscando Sindesia.
Una pasajera me ha pedido consejo sobre la mejor tecnología que podría ofrecer a su hija dada mi especialización en educación tecnológica. Me preguntaba por cosas materiales como el mejor ordenador portátil o el mejor kit de robótica educativa.
Es una pregunta que me hacen a menudo, pero no la esperaba de una compañera de viaje a Sindesia.
Quizá más personas tengan inquietudes similares sobre qué cosas materiales pueden ayudar a sus hijos por lo que me ha parecido adecuado dar mi punto de vista en abierto.
Viaja en el tiempo.
Aunque no encuentres relación te invito a analizar tu propio pasado. Intenta recordar aquellos objetos que fueron determinantes en tu vida. No digo objetos a los que le tuvieras un cariño especial, sino aquellos que fueron fundamentales para tu crecimiento en la vida.
¿Recuerdas alguno? Es complicado. Es difícil que encuentres en tu memoria un puñado de ejemplos. Personalmente no recuerdo ninguno de esa forma.
¿Y si te pregunto por experiencias que marcaron tu vida o impactaron de alguna forma en tu aprendizaje o en las decisiones que tomaste posteriormente?
Muchas de esas experiencias fueron fruto de actividades cotidianas y otras fueron facilitadas con tu esfuerzo económico o el de tu familia si fue durante tu infancia o adolescencia.
En la mayoría de ocasiones esas experiencias no fueron privadas sino que las compartiste con otras personas de manera que esas personas construyeron también la experiencia.
¿Qué recuerdas de tu etapa educativa? ¿Crees que los objetos fueron determinantes? ¿Y tus compañeros y profesores? ¿Fueron determinantes algunas experiencias vividas?
Herencia
Algún impulso natural de supervivencia nos empuja a proporcionar una seguridad material a nuestros hijos y a nivel profesional tendemos a intentar generar mayores ingresos y acumular un colchón económico para el futuro.
Sin embargo, si alcanzamos la esperanza de vida media dejaremos nuestra herencia cuando nuestros hijos superen de largo los 50 años.
Ahora volvamos a las experiencias y piensa cómo podría utilizar 10000€ una persona en sus 90 para vivir algo memorable.
Date cuenta que conforme vamos envejeciendo la capacidad de “comprar experiencias” va tendiendo a cero, aunque tengamos todo el dinero del mundo.
Imagina ahora lo que puede hacer alguien con 17 años con una cantidad de tan solo 500€. Bien gastados seguramente le puedan proporcionar experiencias que permanecerán en su memoria de por vida y que tendrán un impacto evidente en su crecimiento personal.
Por un lado mi mente cuadriculada ingenieril hace fríos cálculos y veo que intentar ahorrar demasiado para dejar algo cuando nuestros hijos tengan más de 50 es mucho menos eficiente que utilizarlo en ellos cuando están en el inicio de su propio camino.
Y por otro lado parece evidentemente que estará mejor empleado en “comprar experiencias” que en “comprar cosas”.
Experiencias.
El mejor ordenador portátil o el mejor kit de robótica educativa no tienen por qué ofrecer la mejor experiencia alrededor de la programación creativa o la robótica.
De hecho sería más inteligente poder exponer a los niños a muy diferentes experiencias en vez de poner todos los recursos económicos en una única área de interés como pueda ser la tecnología. Hay que exponerlos a experiencias artísticas, musicales, deportivas, culturales o de cualquier tipo que se nos ocurra.
Marta y Dani de Los Mundo comparten esa visión de “invertir” todo lo que les sea posible en experiencias para sus hijos por lo que viven como nómadas enriqueciendo a sus hijos con el viaje constante, exponiéndoles a personas de diferentes culturas.
Tao, el mayor de los tres hermanos, ha empezado a vivir la experiencia de la creatividad tecnológica que propongo en Tecnodemia.
No es importante si Tao dispone del mejor portátil porque su experiencia va a ser igual independientemente del equipo que utilice.
Si alguien compra a sus hijos un portátil de 1000€ y un kit de robótica de 500€ pero no facilita la experiencia de descubrimiento y creación alrededor de la programación será un dinero malgastado.
Hablo de tecnología porque es mi campo, pero lo mismo aplica en cualquier otra cosa. Si quieres despertar el interés por la música en tus hijos puedes comprar un magnífico teclado de última generación, pero quizá sea mejor idea exponerlos a experiencias en conciertos o musicales y que el precio de las entradas no lo veas como un gasto a fondo perdido.
Una buena experiencia puede necesitar de una buena inversión económica, pero siempre será más eficiente en hijos de 10 años que en hijos de 50.
Aprender experimentando
En educación cada vez se comparte más el valor de las experiencias, sin embargo se sigue obligando a los niños a “acumular cosas” en vez de “acumular experiencias”.
Obligar a memorizar y evaluar esa capacidad de memorización mediante exámenes es como entregar objetos cada día y que el único aprendizaje sea cómo se pueden ordenar bien las cosas en un armario para que quepan más y más. Es absurdo.
Las últimas cosas que meten dejan ocultas las que metieron anteriormente y no consiguen localizarlas cuando se les piden.
Se premia a los que son capaces de localizar las cosas de un golpe de vista aunque para ello tengan que emplear todo su tiempo organizando el armario para tenerlo en perfecto estado de revista.
Yo no fui capaz de mantener un orden perfecto en mi armario mientras estuve “recibiendo cosas” del sistema educativo y siempre me pareció que había demasiadas cosas que nunca me servirían de nada. ¿Por qué tenía que guardarlas ahí?
¿Qué sientes cuando tus hijos te preguntan para qué sirve lo que están estudiando?
Yo siento impotencia, pero lo tomo como motivación para pensar en nuevas experiencias que poder ofrecerles a mis hijos y convencerme de que son el mejor uso que puedo hacer del dinero.
Espero que cuando sus padres no estemos reconozcan cuál fue la herencia que les dejamos.
Te espero en la siguiente parada de este viaje a Sindesia.
Dani Sanz